Categoría: Cine

Cuando pensamos en porno, y hay gente que dedica mucho tiempo a ese tipo de pensamientos, parece que solo existen para nosotros las escenas más morbosas. Esas en las que dos cuerpos desnudos se funden en un placer intenso, y normalmente, algo sobreactuado. El porno es cine, es ficción, aunque para muchos sea una sublimación de sus propias fantasías sexuales. Está hecho precisamente para eso, para generar en nosotros la chispa y el deseo, aludiendo directamente a nuestra lujuria. De hecho, se considera pornografía todo aquello que trate de estimular el deseo de una persona, sea sexual, gastronómico o incluso intelectual. De ahí que en los últimos años hayan aparecido modas como la del food porn o el book porn, centradas en la comida y los libros. El porno sigue siendo un tabú para una mayoría de la población, que lo considera vulgar. Y aunque en muchas ocasiones lleven razón, hay momentos que cambian esa percepción para siempre.

La oportunidad que nos está dando la industria gracias al salto que ha dado con Internet es que hoy por hoy, el porno se ha expandido hacia todos los gustos. Antes, las películas eran mucho más normativas y había poca diversidad. Se le daba al espectador lo que este esperaba. Chicas ardientes y exuberantes, looks a la moda, y siempre el mismo tipo de escenas donde ellos tomaban el mando frente a la sumisión de las actrices. Pero ahora el porno no llega solo a los interesados de forma natural por el género, sino que cualquiera puede acceder a estas escenas en Internet. Y eso ha agrandado de forma increíble todo lo que hay alrededor de la industria, mostrando muchas más alternativas que antaño. Las tendencias del porno feminista, por ejemplo, están ganando terreno. También las del porno más fetichista, que ha encontrado un buen nicho de mercado. El género se está sofisticando y las actrices comienzan a verse como celebridades más allá de su propia condición de estrella porno. Son  personas reales, tienen sentimientos, emociones, inquietudes, y a veces incluso las expresan en cámara, como Ángela White.

El feminismo siempre ha sido un tema que ha creado mucha polémica, sobre todo en momentos puntuales de los últimos siglos, donde las peticiones de las feministas se han elevado como una voz imparable, aunque sin conseguir todo lo que desean. Es por eso que todavía, en pleno siglo XXI, seguimos dejándonos llevar por el tono machista de una sociedad que todavía considera que la mujer es inferior en ciertos sentidos, o que no debería cobrar lo mismo que el hombre, ya que no está preparada para realizar según qué trabajos. El movimiento MeToo ha sido toda una revolución para el cine, y la industria del entretenimiento ha visto temblar sus cimientos después de que tantas mujeres alzaran la voz para explicar cómo se las trata dentro de ese mundo inmisericorde en el que los abusos de todo tipo estaban (o están) a la orden del día.

El feminismo, entendido como la situación de perfecta igualdad entre hombres y mujeres, sigue dando mucho que hablar y provocando quejas por parte de ciertos sectores, que lo ven como un ataque a las tradiciones, a la propia figura del hombre. Hay quien siente que el feminismo culpa al grueso de los varones de los crímenes y malos actos de unos pocos, y eso es bastante injusto. Sin embargo, basta echar un vistazo a nuestro alrededor para entender que no todos los hombres son machistas, pero la sociedad en la que vivimos sí que sigue siéndolo, a pesar de todo lo avanzado. El cine, que hasta hace muy poco solo había presentado a las mujeres como damiselas en apuros o como arpías con lenguas viperinas, está abriéndose mucho más para ofrecer otro tipo de historias que pueden llegar a conectar con un público más amplio y traer aire fresco a un Hollywood falto de ideas nuevas. Solo así se puede explicar la aparición de una película tan genuina y diferente como Una Joven Prometedora.

Hay quien piensa, revisando las carteleras de los últimos tiempos, que el cine ha llegado a un punto en el que ya no se hace nada original. Todo son adaptaciones de novelas de éxito, remakes de películas que tiran de nostalgia y poco más para llenar las salas, o como mucho, la misma película que ya hemos visto antes, como continuación de una saga, o como un reboot forzado que tampoco aporta nada nuevo, en realidad. El cine comercial se rige ya por unos estándares muy cerrados en los que apenas cabe nada especial o diferente, y siempre se apuesta por lo seguro, porque los productores quieren ver resultados al instante, y llenarse los bolsillos con proyectos que saben que les van a dar muchos beneficios.

Es por eso que actualmente los grandes proyectos van sobre seguro, y se basan en historias o adaptaciones que los productores ya saben que funcionan. Por ejemplo, la ambiciosa adaptación del musical Cats, uno de los más importantes de Broadway, que lleva años generando unas ganancias increíbles a sus creadores y que ya tuvo alguna aparición en la gran pantalla. Será esta sin embargo una adaptación muy especial porque estará llena de estrellas y grandes actores de cine, así como de cantantes profesionales que se pasarán también por la gran pantalla, para derrochar talento en la voz y en la actuación. Sin duda, una de las películas más esperadas para este final de año.

La La Land es un maravilloso homenaje en el cine musical de la época dorada de Hollywood. La implacable ganadora de siete Globos de Oro, que ha arrasado ganando todos los premios gordos a que estaba nominada, parte de una premisa tan sencilla como efectista. Es la típica boy meets girl o girl meets boy que no por típica deja de ser efectiva ni cae en el porno casero. La La Land es una historia de amor universal ambientada a la ciudad de las estrellas.

Damien Chazelle (guionista y director de sólo 32 años!) nos recibe, sin tiempo para acomodarnos a la butaca, con un impresionante y energético número musical en una larga secuencia de música, baile y color que tiene como escenario la ya mítica y colapsada autopista de entrada a la ciudad de Los Ángeles. Y como toda buena película ambientada a la meca del cine, conocemos la pareja protagonista entrante a la ciudad de Los Angeles persiguiendo sus sueños.